Hoy domingo hemos completado mi particular trilogía de Enero de pruebas duras y exigentes. En Écija subimos el listón de distancia máxima recorrida y tiempo consecutivo corriendo, aunque con sensaciones contradictorias por lo que sufrí en los últimos kilómetros. En el Duatlón me estrené en esta modalidad, satisfecho con el hecho de acabarlo e ir mejorando mis ritmos medios, a pesar de lo retrasado que quedé en la clasificación. Y por último, hoy muy contento con el tiempo realizado, pero sobre todo verdaderamente agradecido por la ayuda recibida.
Y esto es debido a que en esta media maratón de la Isla de la Cartuja (por cierto, muy bien organizada por el Club Atletismo San Pablo) la he realizado de una forma muy distinta a las anteriores: en lugar de ir solo a mi ritmo, o de adaptarme al ritmo de otros corredores desconocidos, he contado con la inestimable compañía de mi compañero de trabajo Diego, el cual fue también mi relevo en la carrera a pie en el Desafío Doñana. Cuenta con mucha más experiencia corriendo que yo, posee una MMP de 1h 26', y hoy seguro que habría podido bajar con facilidad de 1h 35', pero en lugar de ello su propósito ha sido ayudarme a mejorar mi marca, y os puedo asegurar que sin su colaboración el resultado de hoy habría sido bien distinto.
AL LADO DE UN MAESTRO |
Y esto es debido a que en esta media maratón de la Isla de la Cartuja (por cierto, muy bien organizada por el Club Atletismo San Pablo) la he realizado de una forma muy distinta a las anteriores: en lugar de ir solo a mi ritmo, o de adaptarme al ritmo de otros corredores desconocidos, he contado con la inestimable compañía de mi compañero de trabajo Diego, el cual fue también mi relevo en la carrera a pie en el Desafío Doñana. Cuenta con mucha más experiencia corriendo que yo, posee una MMP de 1h 26', y hoy seguro que habría podido bajar con facilidad de 1h 35', pero en lugar de ello su propósito ha sido ayudarme a mejorar mi marca, y os puedo asegurar que sin su colaboración el resultado de hoy habría sido bien distinto.
Llegamos Pilar y yo al Parque del Alamillo con suficiente antelación, aunque la mañana estaba fresca, hacía un sol muy agradable. Nada más entrar vemos a Carlos-Últimos Metros. Nos saludamos y charlamos un rato, ¡fallo que no nos hicimos la foto! Vamos hacia el cortijo a dejar el macuto en el guardarropa, allí encontramos a Oscar-Tricaletero que había venido con Sonia, y al salir de cambiarme ya me reúno con Diego. Un poco de estiramiento, y nos situamos en la salida bien posicionados, de los primeros y un poco retirados de los altavoces, ya que el speaker castiga demasiado los tímpanos con el volumen.

Volvemos a el Alamillo, allí vuelvo a ver a Pilar, marcamos unos parciales verdaderamente buenos: Km. 8 en 36 minutos, Km. 10 en 45 y medio. Es un tiempo de lujo para mí, pero por desgracia aún no es sostenible. Mis sufridos y castigados muslos necesitan un merecido descanso, comienzan a quejarse y a decirme: "¡Chiquillo, para un poco!, ¿no?" Pego un bajonazo que ríete tú de las estocadas de Curro Romero, paso de un fenomenal 4'30"/Km. a un preocupante 5'/Km. Diego me anima, mira todo el rato hacia atrás, me lleva el agua, no para de repetirme que me pegue a sus pies, pero ni su apoyo, ni el agua ni los geles consiguen que me recupere.

Pasamos por el Km. 16 en 1h 15'. Me empiezo a hacer la idea de que si no me recupero, conseguiré la MMP pero no el tiempo que me había marcado como objetivo. Es el momento de reaccionar, "¡ahora o nunca!", me digo, Diego no se merece que le falle. Al cruzar por la pasarela llega una abradable sorpresa, mis amigos Jaime y Consuelo animándome. Apenas consigo sonreírles y saludarles con la mano, no llego a hablar con ellos, pero son un buen punto de apoyo para comenzar a vaciarse y dar el todo por el todo. En la calle Torneo consigo pegarme a Diego, le digo que tire que yo le sigo, pero él con prudencia me marca un ritmo un poco más vivo que pueda seguir todo el rato hasta la meta.
Cruzamos La Barqueta, empiezo a hacer los kilómetros entre 4' 40" y 4' 55". Mis piernas son una conjunción de dolores variados, no sólo los muslos y las sempiternas rodillas, sino sobre todo el dichoso tendón del pie derecho. Pero esta ocasión no la puedo dejar pasar, hay que apretar, aguantar como sea y conseguirlo. "¡Hay que saber sufrir!" (¡muy buena frase, Diego!) Ya habrá tiempo de descansar y reponerse, ahora sólo hay para apurar las opciones que me quedan. Van cayendo lo últimos kilómetros, recorto los segundos poco a poco, estoy justo en el filo de la navaja, el éxito o el fracaso se va a decidir por muy pocos segundos.
Diego no para de animarme, tira de mí con todas sus ganas, lo doy todo en la llegada al Estadio Olímpico que es agónica, tratando de esprintar con las pocas energías que quedan dentro de mí. La sensación de vaciarse sobre esta pista es muy emocionante, allí donde en 1999 Abel Antón logró el triunfo de ser campeón del mundo de maratón, consigo por los pelos mi pequeña gloria personal: completo la carrera por muy poco por debajo de los cien minutos, 100% de contento, feliz y satisfecho, y 200% de agradecido a Diego. ¡Eres un fenómeno! ¡Muchas gracias de todo corazón!
Al salir nos despedimos de Oscar y Sonia, y quedamos con ellos para el día anterior al maratón. El broche de oro fueron unas deliciosas tapas en la Taberna de Torneo con Jaime y Consuelo, luego una visita al Hospital Virgen del Rocío para ver a Carlos Camacho (niño, ya te quiero ver en tu casa, ¿eh?) y mi auto-premio por la buena carrera y por la gran marca: un rico y sabroso chocolate con churros en la cafetería de enfrente del hospital. ¿Se os ocurre una forma mejor de acabar un día tan bueno? Bueno, sí la hay, pero esas cosas no se cuentan en este blog, si se hace es en blogs con otro tipo de temática, je, je. ¡Hasta la próxima...! (...carrera, entrada... ya se verá. Bueno, mejor dicho, se leerá).