La salida no era tan temprano como es habitual, a las 11:15, así que no tuve que madrugar. Para conseguir aparcar el coche di mas vueltas que
los coros en el carrusel, acabé aparcando detrás de la piscina municipal. De camino a la playa pasé por delante del Holliday, pero no vi por allí a ningún
Pureta del Caribe "de after". Tras recoger el dorsal, me refugié del sol en el paseo marítimo a hacer tiempo, y ya cuando se aproximaba la hora me acerqué a la orilla a calentar un poco y enterarme del recorrido. Bastantes nadadores inscritos, más de los que me esperaba por la longitud de la prueba, y una mayoría de gente joven y bien preparada.
Cuando comienza la prueba salgo desde el principio de los últimos para no recibir leña, intento ir a un buen ritmo con la intención de no separarme de la cola del grupo principal, pero una mala colocación de las gafas me hace parar a ponérmelas bien, y pierdo unos segundos que ya no voy a poder recuperar. Tras llegar a la primera boya y girar a la derecha, me fijo que uno de los que va a mi lado va alternando braza y crol, y aun así me cuesta despegarme de él. Conforme avanzamos, las boyas se convierten en un laberinto: unas veces más cerca de la orilla, otras más alejadas... Parecía que las hubiera colocado
un borracho de los del Selu. Se pierde tiempo y se nadan metros de más de esta forma, a no ser que te orientes muy bien y no te desvíes del camino correcto. Tanto es así que cuando me acerco a la mitad de la prueba, empiezo a encontrarme con los de cabeza enfrente mía, y hago todas las virguerías posibles para no chocarme con ellos. Un par de veces sí que tuve algún pequeño choque pero afortunadamente sin consecuencias.
Llegando a la última boya de giro hacia la playa, otro nadador que venía muy desviado desde
mar adentro alcanza la boya con mucha velocidad. Casi chocamos, pero con educación él se disculpa y yo le cedo el paso, imaginaros si no ponernos allí a rellenar el parte amistoso... Me oriento bien al salir, ya que hasta la meta no es en ángulo recto pero había elegido un buen edificio de referencia. Llego de los últimos en 59 minutos (creo que la distancia, aparte de los desvíos, de por sí era un poco más larga de lo anunciado), pero satisfecho, porque aún me veía con energías para haber seguido más rato si hubiese sido preciso, así que voy por buen camino. Tras dar la vuelta me alcanza un nadador más rápido que yo pero que se había desviado mucho. Cuando se va para adelante y se abre mucho a la derecha no le sigo pensando que se a vuelto a equivocar, pero ir
"de enterao" por la vida es una postura poco aconsejable, porque al rato me doy cuenta que soy yo el que voy mal, así que otro zig-zag a la derecha para corregir rumbo y volver a la boya correcta. Conforme sigo avanzando voy perdiendo ritmo y me adelantan varios nadadores, ya no sé si voy el último o no, pero no me preocupa demasiado: algún día me tocará ser el farolillo rojo y punto, no pasa nada.
Para la montaña elegí una prueba de renombre, en su versión reducida, la cual estuve a punto de disputar el año pasado, pero por problemas de fechas tuve que renunciar a ella:
la minisubida al Veleta. No es tan dura como hacer los 50 Km y más de 2.600 metros de desnivel desde Granada, pero los 11 Km anunciados (luego fueron varios menos) con 775 metros de desnivel entre los 2.525 y los 3.300 tampoco es moco de pavo. Sí que tuve que madrugar como los de la prueba larga para estar a las 7 de la mañana en el
paseo del Salón, animar a los valientes (entre ellos, un deportista tan genial y entrañable como
Super-Paco) en sus primeros metros y luego subir en los autobuses que nos acercarían a la
Hoya de la Mora. Al principio fuimos de autobús escoba detrás de los últimos corredores, hasta terminar de atravesar
Cenes de la Vega y desviarnos a la carretera nueva, donde adelantamos a los corredores que lideraban la prueba. Paramos en la mitad de la prueba, en el
Centro de Visitantes El Dornajo. Los autobuses eran compartidos con los acompañantes, al decir que estaríamos allí una hora viendo pasar a los corredores me relajo, voy a un bar, me siento tranquilo, hablo por teléfono con Pilar... ¡Y de repente veo que mi autobús no está! Resulta que habían avisado para que los corredores nos subiéramos y salir y yo no me había enterado. Globería mayúscula de altos vuelos, de gran altura, de categoría especial... todo muy a juego con la prueba del día.
Tenía tres opciones: 1ª renunciar a correr (descartada en 0,5 segundos), 2ª empezar a correr desde allí y no hacer ni la minisubida ni la entera, sino la media (hubiera sido el primero y el último de la clasificación oficiosa, se me pasó por la cabeza pero decidí probar antes la tercera opción), y 3ª buscar algún alma caritativa que me subiese en coche, moto, autobús o a patadas en el culo por huevón. Tuve suerte de que estaba por allí el director de la carrera,
Enrique del C.A. Maracena, que tenía que subir en coche de todas formas, y de paso aproveché el trayecto para charlar con él y conocer más detalles de la prueba y de lo difícil que resulta su organización. Tras un par de paradas en los puntos de avituallamiento intermedios donde Enrique tenía que lidiar con todos los imprevistos que iban surgiendo, llegamos a donde estaban esperando el resto de los corredores de mi prueba. Pude saludar brevemente a
Manu Chaparro de
ADS (un crack, quedó segundo) y a
Jose Manuel de
Los Jartibles (otro fenómeno, llegó noveno), y tras pasar los líderes de la carrera larga comenzamos nosotros con nuestra versión reducida.
Desde el principio tengo claro que las referencias típicas de distancia y velocidad no me van a servir de nada. De hecho, el dato que más miro en mi reloj no es cuántos kilómetros llevo o a qué ritmo voy, sino la altitud a la que estamos y las pulsaciones para no pasarme de rosca. Todos salimos de primeras en tromba como es costumbre, pero tras dar las primeras zancadas... Ya
lo había experimentado el año anterior cuando subí a ver el
triatlón de Sierra Nevada y corrí varios kilómetros por aquí, por más que te esfuerzas en respirar parece que siempre te falta aire. De primera las pulsaciones se disparan, toca acortar zancada y ajustar el ritmo a lo que los pulmones te permiten. Los primeros kilómetros ya son a más de 6 minutos, contaba con ello y con que conforme subiéramos iría aumentando esa cifra.
Por si no teníamos bastante con las pronunciadas cuestas y la escasez de oxígeno a esta altura, la mañana se presenta con fuertes rachas de viento frío, que en las rectas en que nos toca de frente a veces nos frenan casi en seco. Los que van en grupo se refugian detrás del que va en cabeza, pero como yo siempre voy por libre no tengo ningún parapeto. Durante un rato vamos adelantándonos alternativamente con un chico del
C.A. Puerto Real que me dice que lo que él practica es el salto de altura. ¡Chaval, que ésto es una prueba EN altura, no DE altura! Para que veáis que no soy el único despistado, je, je. Aun así se defiende bastante bien (luego me contó que antes también practicó los 800 metros), es de piernas largas, y alternando andar con correr se mantiene siempre cerca mía, hasta que encuentra su ritmo y ya se va para adelante definitivamente.
Poco a poco consigo ir subiendo, muy lentamente: 2.600, 2.700, 2.800... la mayoría de los kilómetros los paso a más de 7 minutos. Con la respiración tan forzada no me atrevo a beber en los avituallamientos, de todas formas no hace calor y el frío viento no hace necesario el sudar. De vez en cuando adelanto a algún corredor que se atranca y se pone a andar, otras veces me adelanta alguno que regula mejor su ritmo. Todo el camino es por asfalto, pero en algunos tramos está muy estropeado y hay que ir con mucha atención para no tropezar en algún socavón. Cuando me adelanta uno de los participantes del duatlón (es el primero año que se hace) lo reconozco por su trimono: ¡es
Minda! (Quedó segundo, no me extraña con lo fiera que es). Lo saludo y apenas podemos intercambiar palabras, hay que administrar el oxígeno, quedamos en charlar en la meta.
Con mucho esfuerzo para no andar cuando corro contra el viento, sigo ascendiendo: 2.900, 3.000... Llego a un avituallamiento en el Km. 7 para nosotros, donde hay un cartel que indica el Km. 45 para los de la prueba larga: ¿significa que quedan aún 5 en vez de 4? Le veo el lado bueno: así la pendiente media será más baja. 3.100, 3.200... Cada vez un poco más lento, a 8 e incluso a 9 minutos el kilómetro. Procuro concentrarme en disfrutar una ocasión tan especial: miro el paisaje de las montañas alrededor, hacia abajo el reguero de corredores y más allá la estación de esquí, los pueblos, Granada... La vista se pierde a lo lejos, el silencio lo inunda todo. Poco después del kilómetro 10 veo a muchos corredores sentados, y un desvío a la derecha: ¡arriba ya se ve la meta! Último sprint para llegar con las sensaciones a tope, Jose Manuel me ve y me hace una foto llegando a meta, la alcanzo en 1h 23'. Las sensaciones son magníficas, sin haber hecho entrenos específicos de cuestas ni en altura he aguantado la prueba entera sin pasar demasiados apuros ni renquear más de lo normal dadas las características de la carrera.
Allí veo a Minda y charlamos un rato de nuestras próximas pruebas a la vista (
Carboneras y
Cabo de Gata en su caso, en el mío además de Rotalagua los triatlones de
Rota,
Chiclana,
Trisur,
Puerto de Santa María...) Foto de recuerdo en el podium, y como tuve la globería de no llevar en la mochila ninguna sudadera de manga larga, a coger lo antes posible el microbus para comenzar el descenso por etapas: había que coger también el telesilla del Veleta (el viento me hizo tiritar el cuerpo y castañear los dientes de lo lindo), y el telecabina hasta Pradollano. Allí había que localizar primero el edificio de los trabajadores de Cetursa, donde teníamos las duchas, el avituallamiento y el regalo de recuerdo, un pedestal de plástico con el cartel de la prueba. Luego averiguar dónde coger los autobuses de vuelta a Granada, para acabar la aventura casi a las 4 de la tarde.
Muy contento con esta experiencia, cansado pero satisfecho de haberla vivido, la recomiendo a todo el mundo. Algunos pequeños fallos en la organización, pero perdonables por ser un club modesto que se atreve a montar una prueba de esta envergadura y dificultad que ya es de las más señaladas del calendario andaluz y español. Esperemos que no sucumba a la crisis, en el coche charlando con Enrique me comentó que este año ha sido el primero que les ha resultado deficitaria debido al recorte de patrocinadores públicos y privados. Sería una pena que desapareciera y otros corredores no tuvieran la oportunidad de disfrutarla como lo hicimos todos los que por un día hemos podido cumplir con nuestro sueño de pequeños de tocar el cielo con nuestras manos.